John Locke y la travesía por la vida
Érase una vez, un 29 de agosto de 1632 en Wrington, Reino Unido,
nació un pequeñín al que le pusieron por nombre John Locke. A sus padres ni por
la mente les pasaba que se convertirá en un gran médico y filósofo, y con el
paso del tiempo, se dieron cuenta que le gusta explorar y ver más allá sobre un
humano, cómo sus pensamientos, ideas, opiniones y perspectiva que tenían sobre
la vida.
Un día, camino a casa, al mirar el cielo se dio cuenta que
no era tan simple y triste como la gente se refería a él, era una vista
espectacular con mucho más que simples colores, se trataba de vida, reflejos,
aves, nubes en diferentes formas y hasta se le ocurrieron texturas con sólo
verlo.
De ahí dedujo que las ideas que aparecen en la experiencia
externa son identificadas como sensaciones. Éstas se dividían en dos partes:
ideas simples que son recibidas por la mente por la experiencia y las ideas
complejas que se elaboran a partir de la combinación de las varias ideas
simples.
Para Locke era muy importante entender a los humanos en
varios aspectos y se preguntaba con frecuencia si todo lo que sabíamos ya lo
traíamos desde antes de nacer, fue ahí donde comenzó a pensar sobre ello y
postuló que, al nacer, la mente era una "tabula rasa" una simple
pizarra en blanco. Mientras comenzaba a filosofar, sostuvo que los humanos
nacen con ideas innatas y que todos los conocimientos que obtenemos se deben a
las experiencias sensoriales de cada uno, cómo lo son los 5 sentidos.
Gracias a la experiencia de la vida y su manera de ver las
cosas, se convirtió en una de las figuras más reconocidas, llamándole, el padre
del empirismo. “Ningún conocimiento humano
puede ir más allá de su experiencia.”
Continuará…
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